Quiero demostrar mediante este blog que todos solemos pasar por los mismos sentimientos y que muchas veces no logramos disfrutar lo suficiente de los momentos felices y en cambio nos preocupamos demasiado por problemas insignificantes.
Hoy les hablaré de cómo me siento luego de un viaje con amigos.
Este paisaje fue al volver.
Uno planea durante largo tiempo lo que se va en menos de los que creemos que va a durar. Eso pasa con todo lo bueno de nuestra vida aunque queramos disfrutarlo al máximo. Tampoco digamos que se va, porque cuántos recuerdos, experiencias, sensaciones y felicidad queda? Mucha, realmente mucha.
Comento que conviví 20 días con amigos en unas vacaciones increíbles, pero más a allá de conocer lugares y hacer excursiones, les llamo "increíbles" por otras cosas. Conocí lo esencial de compartir. Conocí más a fondo a mi grupo. Aprendí que la discusiones son inevitables, pero restablecer la relación obligatorio. Que la tolerancia es la clave de la convivencia. Que ninguno es igual a vos, así que nunca está mal aprender a ceder en algunas situaciones. Me encantaron las vacaciones porque pude compartir cientos de carcajadas con personas que me quieren. Comprendí el valor del trabajo en equipo. Observé que un amanecer o atardecer con personas que querés es más hermoso. Entendí perfectamente el límite entre la la risa y la burla. Siempre tuve en cuenta reirme con el otro y no del otro. La empatía se afianzó en mí.
Recomiendo ampliamente hacer un viaje, no importa el destino, no importa la cantidad de personas, lo importa es la calidad de ellas. Te aseguro progresar como persona y afianzar lazos con ellas. Eso fue un progreso personal que me ocurrió en este verano.
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